Con ellas nació el
wardrobing, nos enseñaron el poder de un buen
outfit o el valor que tiene posar con un
look de verano a menos tres grados de temperatura. Son las
fashion egobloggers, un universo paralelo que ha hecho aflorar una tendencia social que poco tiene de real y demasiado de imaginaria. Porque ver a
Chiara Ferragni vestida de
Prada mientras se dispone a disfrutar de un suculento
sushi en la zona VIP del aeropuerto desde el que tomará un vuelo para asistir a la
Semana de la Moda de Nueva York parece casi un trabalenguas al que ya nos hemos acostumbrado.
Nuestro
timeline de
Instagram se desborda de viajes, menús de lujo y compras imposibles. Pero, ¿si bajamos de categoría ocurre lo mismo? La nueva práctica de comprar una prenda, hacerse una foto y devolverla nos habla del deseo del populacho de imitar la forma de vida de las nuevas guardianas del lujo gratuito. Cueste lo que cueste. Y si no podemos asumir el gasto, fingimos hacerlo.
Es el nuevo estilo de vida de la corriente
fashion egoblogger en su nivel más popular, lo importante no es serlo sino parecerlo. Aunque algo parecido ocurre en las alturas. Puede que los suculentos platos que muestran nunca lleguen a entrar en sus bocas o que los bolsos de varios sueldos nunca cuelguen de sus manos. No salen de las tiendas y, sin embargo, todos creemos que son suyos. Y soñamos con tener parcelas semejantes de unas vidas que posiblemente no relucen tanto como en las fotografías.
Y a vosotr@s, ¿qué os parece la artificial forma de vida de la
egobloggers?, ¿vale todo a la hora de intentarse hacer un hueco en el mundo de la
moda?
Y vosotras, ¿podéis sobrevivir al calor de julio sin sombreros?
